En Libia, la batalla campal entre el primer ministro Abdel Hamid Dbeibah y su rival Fathi Bachagha nunca termina. La comunidad internacional alimenta la confusión con mensajes paradójicos.
En Libia, nada va bien. ¿De quién es la culpa? Sería demasiado simple atribuir la responsabilidad del fracaso político de Libia a un partido y no a otro. Si la comunidad internacional tiene una gran responsabilidad por este fracaso, los muchos protagonistas libios no han hecho nada para arreglar las cosas.
Una década después de que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, propusiera "liberar a los pueblos árabes de la servidumbre" e interviniera "en nombre de la conciencia universal que no puede tolerar tales crímenes", en 2022 el país todavía parece ingobernable.
Y no son los dos Primeros Ministros, Abdel Hamid Dbeibah, y su rival designado por el parlamento oriental, Fathi Bachagha, quienes dirán lo contrario.
Una guerra fría en Libia
Los países occidentales se apresuraron a apoyar a Bachagha. Este último, que también cuenta con el apoyo del hombre fuerte del este, Khalifa Haftar, prácticamente lleva por las armas las riendas de los hidrocarburos libios. A nivel internacional, Egipto, Francia y Marruecos también están detrás del clan Bachagha.
Pero más de un mes después del nombramiento de Bachagha, Dbeibah se dio cuenta de que para mantenerse en el poder él, a su vez, tenía que controlar los grifos de petróleo y gas para ser tomado en serio.
A partir de ahora, la intervención de los dignatarios de las tribus de Fezzan cambia la situación. El sábado pasado, en Misrata, una veintena de líderes tribales y milicianos emitieron un comunicado en el que “rechazan la formación de un gobierno paralelo o pasar por otra fase de transición”.
“Rechazamos los intentos de fortalecer a los criminales contra el pueblo libio, y la intervención de algunos países de la región que apoyan a la Cámara de Representantes (HoR)”, se puede leer en esta nota de prensa.
Claro apoyo a Dbeibah, que sigue reforzando su posición. Pero si Dbeibah, como Bachagha, duda en emprender acciones para hacer la guerra a su rival, es sobre todo porque reina la confusión en cuanto a la posición de los países occidentales y, en particular, de las Naciones Unidas.
La ONU vuelve a tirar la toalla en Libia
Vuelta hacia atrás. Al día siguiente del nombramiento de Bachagha por parte del HoR, el portavoz del secretario general de la ONU, Stéphane Dujarric, respaldó al nuevo primer ministro. El mismo día, la representante especial de la ONU en Libia y jefa en funciones de Manul, la estadounidense Stephanie Williams, adoptó una posición más matizada.
Pero desde entonces, ninguno de los beligerantes libios toma en serio las intervenciones de la ONU.. La prueba, después de docenas de reuniones con funcionarios libios, Stephanie Williams está luchando por llegar a un consenso. Y su posición sobre la política libia aún no está clara.
“He ofrecido los buenos oficios de Naciones Unidas para mediar en una resolución a la crisis de control del poder ejecutivo. También anuncié una iniciativa para convocar un comité conjunto de la Cámara de Representantes (HoR) y el Alto Consejo de Estado (HCS) para establecer una base constitucional sólida para llevar al país a elecciones nacionales lo antes posible. Domingo, Williams.
Una forma de tirar la toalla por parte del funcionario de la ONU. Porque convocar elecciones, sin especificar cuáles ni en qué contexto, no sirve a ningún partido en Libia. Sobre todo porque el estrepitoso fracaso de las elecciones presidenciales del 24 de diciembre, cuyo calendario había sido impuesto por la ONU y Occidente, al eliminar cualquier intervención africana, es una herida aún abierta.
Estados Unidos media entre Dbeibah y Bachagha
Las elecciones son siempre uno de los temas principales de los discursos de Bachagha y Dbeibah. Los dos primeros ministros rivales multiplican las promesas. Dbeibah aseguró poder realizar elecciones legislativas, seguidas de un referéndum constitucional, el próximo mes de junio. Bachagha, aseguró tanto que no buscará ningún puesto de poder tras la nueva transición -estimada en catorce meses-, como que organizará elecciones presidenciales y parlamentarias "dentro de un plazo acordado entre el HoR y el HCS". Sin embargo, las dos cámaras parlamentarias nunca se han puesto de acuerdo desde 2014…
El embajador estadounidense en Libia, Richard Norland, tampoco ha terminado de agregar agua al molino.. Tras una llamada al orden de Bachagha y Dbeibah, emitió un comunicado el pasado sábado en el que decía que los dos rivales “continuarán las negociaciones bajo la égida de las Naciones Unidas con el objetivo de llegar a un acuerdo político sobre cómo liderar el final de la transición, así como como la organización de elecciones lo antes posible".
Y para garantizar la paz, mientras surge un acuerdo improbable entre Bachagha y Dbeibah, La Corte Federal de EE. UU. acordó reanudar el juicio de Khalifa Haftar por presuntos crímenes de lesa humanidad. Una espada de Damocles que Estados Unidos lleva más de dos años poniendo al día con la actualidad libia. Una forma también, para Richard Norland y sus superiores en Washington, de poner en vereda a Haftar. Porque, viendo la toma de Trípoli por Bachagha, Khalifa Haftar podría impacientarse y provocar una nueva guerra civil en Libia.