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¿Dónde está Túnez? Tres propuestas para un debate reflexivo

Dos escollos impiden entender las noticias tunecinas: la falta de debate sobre las ideas y los análisis caricaturescos difundidos por expertos y medios internacionales, escribe Mohamed Kerrou, profesor de ciencias políticas en Túnez.

Dos grandes escollos se interponen en la comprensión de la actualidad tunecina: por un lado, el emocional derivado de la ausencia de debates de ideas en el escenario político nacional, objeto de una bipolarización exacerbada entre partidarios y detractores del presidente Kais Saied . Por otro, los análisis caricaturescos difundidos por expertos y medios de comunicación internacionales que obtienen información en salones y redes sociales, sin un conocimiento profundo del campo, de la tradición histórica y de las cuestiones políticas y simbólicas.

Para salir de esta doble lógica apasionada y desencarnada de la política, se plantean aquí tres propuestas con el fin de contribuir al debate reflexivo:

Hacia una nueva clase dominante

Le "golpe de fuerza" del 25 de julio de 2021 –suspensión de la Asamblea Nacional y destitución del gobierno–, tras manifestaciones callejeras exigiendo la disolución del parlamento, constituye una punto de inflexión histórico. De hecho, ha hecho posible expulsar al islamismo de las esferas del poder, sin derramamiento de sangre. Desde esa fecha, medidas excepcionales llevó a una concentración de poderes en manos del Presidente de la República.

Estas medidas, percibidas como arbitrarias por los partidos políticos y las asociaciones de derechos humanos, cuentan sin embargo con el apoyo de la mayoría de la opinión pública. los popularidad del presidente Kais Saied es acorde con la bancarrota de la clase política y su doctrina de “Tawafiq” – el “compromiso” sellado entre Ennahdha et nida tunes.

El episodio altamente controvertido de la nueva Constitución, aprobada en julio de 2022, pronto se completará con las elecciones legislativas del 17 de diciembre que se llevarán a cabo según un sistema de votación uninominal a dos vueltas, con la posibilidad de retirar la confianza de los candidatos electos. Este reforma electoral difícilmente favorece a los partidos políticos ya en caída libre por el fracaso de la democracia representativa tal como se practica desde 2011.

En previsión de la elección de una segunda cámara denominada Consejo de Regiones y Distritos y concebido a la ligera, sin reflexión colectiva, ni debate público por el proyecto de “democracia local y participativa”, es muy probable que estemos avanzando hacia el surgimiento de una nueva clase política, más desde los márgenes que desde el centro. De ahí el rechazo mostrado por los medios de comunicación y los partidos cuya credibilidad se ve socavada por las posiciones unilaterales de los gobernantes que se mantienen sordos a cualquier petición encaminada a hacerlo público.

El nacimiento de una nueva clase dominante consagra el fortalecimiento del poder y la inexorable decadencia de la vieja clase política e intelectual que no logró asegurar la transición. Queda por ver si el nuevo poder logrará cumplir con el desafío de satisfacer las demandas de los tunecinos de "libertad, trabajo y dignidad". La duda está más que permitida por la naturaleza del poder y la crisis sin precedentes que atraviesa Túnez.

poder sin autoridad

La concentración de poderes en manos del Presidente de la República es esencialmente teórica, como lo es la nueva constitución resultó ser, como dice el adagio árabe, "tinta sobre papel". En esto, se suma a las Constituciones de 1861, 1959 y 2014.

Estos textos legales están desconectados de la realidad y sólo cambian el orden de las cosas, como enseña la experiencia, si corresponden a una evolución interna respaldada por una férrea voluntad política, como fue el caso de la Código de estado personal (1956). Este no es el destino de los textos y prácticas del nuevo poder encarnado por Kais Saied, soberanista y no nacionalista árabe, populista fallando en ser desturiano ou islamistaO Salafista, Es el hijo dépit conservatismo empujado.

Sin falta de popularidad y carisma, el Presidente parece desprovisto de autoridad, implicando ese ascendiente ejercido por el "Jefe", al nivel de la imaginación en busca de una fuerza sólida, con miras a la realización de acciones públicas. Sin embargo, las decisiones tomadas hasta el momento no han tenido un efecto real en el mundo económico, político y judicial.

Estos campos escapan a la voluntad legal del nuevo amo de Cartago cuyo discurso es inestable. Por eso Túnez no es ni una dictadura ni una democracia, sino un régimen mixto e inacabado. A pesar de los abusos por parte de quienes están en el poder, la naturaleza del régimen no ha cambiado en su gobierno incipiente de una sociedad plagada de corrupción.

A esto se suma una cultura de la pasividad denunciada verbalmente por una oposición débil y aislada. Los espíritus afligidos buscan la salvación en un estallido del ejército nacional o en un retorno del "viejo régimen", sin tener en cuenta la vocación republicana del primero y el anacronismo del segundo.

Una crisis sin precedentes

La crisis que atraviesa Túnez es global y profunda. Su solución no es fácil porque afecta a todos los sectores desde hace décadas. Se ha agravado en los últimos años afectando a todos los ámbitos de la sociedad: la economía, la política, la cultura y la moral.

Nadie escapa a ella, gobernantes y gobernados, individuos, familias y comunidades a las que pertenecen. Esto se evidencia en el alto costo de vida, la escasez de productos alimenticios, combustibles y medicinas, la falta de confianza en la administración y la justicia así como el creciente deseo de emigrar regular y clandestinamente, bajo la mirada pasiva de los gobernantes que han ninguna solución para el gran número de ciudadanos amenazados por la precariedad.

El surgimiento de los movimientos sociales se trata únicamente desde el ángulo de la seguridad y complotisme, independientemente de las condiciones objetivas de empobrecimiento. En este nivel interviene la central sindical, Sindicato General de Trabajadores de Túnez, como contrapoder, para frenar un poco los desmanes neoliberales del gobierno.

¿Hasta qué punto el frágil acuerdo entre los interlocutores sociales evitará que estalle el espíritu de rebelión, arrastrando a su paso lo que queda de los logros de Túnez? Nadie puede decir incluso si el “Síndrome de Khaldun” consistente en empezar cada vez de cero, haciendo a un lado la herencia del pasado, es una vez más apuntar con la nariz y desafiar el genio de Túnez, este pequeño país que a menudo ha sabido resolver las crisis.

mohamed kerrou, Profesor de Ciencias Políticas, Universidad de Túnez El Manar

Este artículo ha sido publicado de nuevo. La conversación bajo licencia Creative Commons. Lee elarticulo original.

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