La Tierra tiene 8 mil millones de habitantes. Una figura que seguirá evolucionando en los siglos venideros, particularmente en África.
Mientras que hace dos siglos la Tierra albergaba a 1 millones de seres humanos, acabamos de pasar el umbral de los 8 millones de habitantes en nuestro planeta. Para 2050, este número debería llegar incluso a 10 mil millones. ¿Continuará el crecimiento o es posible la estabilización? ¿Y África?
En un artículo en el que se pregunta si somos "demasiado numerosos", el antropólogo y demógrafo Gilles Pison recuerda que "uno de los grandes cambios que se avecinan es el tremendo aumento de la población de África que, incluido el norte de África, podría triplicarse a finales de el siglo, de 1,4 millones de habitantes en 2022 a probablemente 2,5 millones en 2050”.
Hoy, uno de cada seis humanos vive en África. Y en un siglo, esta proporción debería aumentar a más de uno de cada tres. “El aumento debería ser especialmente significativo en África al sur del Sahara donde la población pasará de 1,2 millones de habitantes en 2022 a 3,4 millones en 2100 según el escenario medio de Naciones Unidas”, prosigue el especialista.
Sobre todo porque África ha frustrado los pronósticos. “Se esperaba que su fecundidad declinara más tarde que en Asia y América Latina, en relación con su rezago en el desarrollo socioeconómico. Pero imaginamos un simple cambio en el tiempo, con una tasa de declive similar a otras regiones del Sur una vez que comenzó esta. Es lo que ocurrió en el norte de África y el sur de África, pero no en el África intertropical donde el descenso de la fecundidad, aunque iniciado hoy, se está produciendo allí con mayor lentitud, indica Gilles Pison. De ahí un aumento en las proyecciones para África, que podría tener más de un habitante de cada tres del planeta en 2100”.
El demógrafo deja de lado las ideas recibidas sobre África. Si bien el descenso de la fecundidad en las zonas rurales de África es actualmente más lento que el observado hace unas décadas en Asia y América Latina, "esto no se debe a un rechazo de la anticoncepción", asegura.
Y Gilles Pison concluye: “Ciertamente, la mayoría de las familias rurales aún no se han convertido al modelo de dos hijos, pero quieren tener menos hijos y, en particular, más espaciados. Están dispuestas a utilizar métodos anticonceptivos para este fin, pero no se benefician de los servicios adecuados para lograrlo. Los programas nacionales de control de la natalidad existen pero son ineficaces, carecen de recursos y sobre todo adolecen de falta de motivación por parte de sus directivos y del personal encargado de implementarlos en el campo”.