Este domingo 12 de junio se conmemoró el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más de la mitad de los menores afectados por este fenómeno son africanos.
A partir de octubre de 2022, la Organización Internacional del Trabajo estará dirigida por su primer director general africano, el togolés Gilbert Houngbo. El ex primer ministro togolés estará en condiciones de poner en marcha, como había hecho el chileno Juan Somavía, un nuevo marco universal de lucha contra el trabajo infantil que se pueda imponer en África.
Autos es en África, según cifras de la agencia de la ONU, donde se encuentran la mayoría de los niños obligados a trabajar antes de la edad legal. Claramente, ni las leyes nacionales ni los tratados internacionales han impedido que el fenómeno se desacelere en el continente. Hoy hay 41,4 millones de niños entre las edades de 5 y 17 años que trabajan en condiciones peligrosas en África. O el 52,4% de la cifra global.
Entonces, si el cliché del trabajo infantil se dirigía más bien a los países asiáticos, especialmente a China, Nepal, Tailandia y Malasia, la realidad es bastante diferente. De los 20 países con los niños económicamente más activos del mundo, 16 son africanos. Peor aún, en Camerún, Chad, Sierra Leona y Guinea-Bissau, las tasas de trabajo infantil han aumentado drásticamente en los últimos años.
Las cifras más recientes identifican al 58% de los niños chadianos de 7 a 14 años que se ven obligados a trabajar. En Níger, más del 27% de todos los niños del mismo grupo de edad ejercen profesiones peligrosas, como la minería artesanal...
Por qué la lucha contra el trabajo infantil podría ser económicamente viable
Cifras aterradoras, seguro. Pero en África, algunos países han establecido un modelo para abordar el trabajo infantil. Entre estos últimos, Côte d'Ivoire y Ghana. En estos dos países, los mayores productores de cacao del mundo, más del 20% de los productores de cacao todavía emplean a niños. Pero estamos lejos de la trágica situación de la década de 1990, cuando el trabajo infantil en las plantaciones de cacao era la norma, con un 79% de los trabajadores del sector menores de 18 años.
En 2020, la OIT completó uno de sus estudios más completos sobre el tema, incluido un tratamiento cínico de los "costos y beneficios potenciales de eliminar el trabajo infantil". Y, para costos totales de $200 mil millones entre 2000 y 2020, la abolición total del trabajo infantil habría generado $1 mil millones en beneficios, incluidos $228 mil millones en beneficios netos.
Ciertamente, gran parte de estas ganancias potenciales se habrían generado en el mercado financiero. Sobre todo, se trataba de cuán rentable sería un “proyecto de inversión transgeneracional de 20 años” en África. Para los economistas, las cifras de la OIT son utópicas. Pero la lucha contra el trabajo infantil no debe estar motivada por ganancias hipotéticas y absolutas.
¿Cómo respetar los tratados internacionales?
En efecto, si las razones económicas y morales no son suficientes, conviene recordar que todos los países africanos sin excepción son signatarios del Convenio 182 sobre la prohibición y acción inmediata para la eliminación de las peores formas de trabajo infantil.
Dicho convenio fue firmado masivamente dentro de las Naciones Unidas en 1999. Pero como han demostrado convenios anteriores de la OIT, lleva tiempo que entren en vigor.
Por ejemplo, el Convenio 138 sobre la edad mínima de admisión al empleo, firmado en 1973 también por todos los países africanos, entró en vigor recién en 2002. El modo de aplicación de los convenios laborales requiere tiempo para consultar a los sindicatos nacionales y legislar las leyes posteriores.
Para los países africanos, y todos los países del mundo afectados por este problema, es cada vez más urgente abordarlo. Un informe de UNICEF publicado en mayo afirma que 8,9 millones de niños más en todo el mundo se verán obligados a trabajar antes de finales de 2022.